Ciudad de Méxcio — Después de haberse alejado de México por unos años, Olga Breeskin va a regresar al escenario, y lo hará en Aventurera, en el papel de Rosaura, algo que no sólo es un homenaje a su querida Carmen Salinas, sino también su manera de hablar sobre la trata de personas, de la que ella fue víctima.
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La vedette afirma que durante su juventud hubo “Rosauras” que se aprovecharon de ella: le tocó llegar a presentar su show sin saber que sería “vendida”.
“(Con la obra) me pongo en el lugar en que yo estaba, de (la protagonista) Elena Tejero, cuando eras un producto mercantil, cuando eras una niña llena de ilusiones, de inocencia, de candidez, y de pronto te encuentras a una experta en algo que ni siquiera conoce a Elena Tejero, algo que tampoco conocía Olga”, dijo la también violinista de 72 años. “Te ponen una camita llena de rosas, pero no para apapacharte, sino para venderte. No se usaba denunciar, como hoy. Ojalá que con esta obra, las jóvenes y las personas que se dedican a eso, esos proxenetas que son los que venden a los jóvenes y a las jóvenes, recapaciten y las jóvenes abran la boca y los ojos”.
Cuando Juan Osorio, productor de esta nueva puesta en escena de la obra, la llamó para ofrecerle el papel, Breeskin se detuvo a pensar en su pasado antes de aceptar.
Actualmente, la también bailarina está entregada a Dios y a la Iglesia, con cuyo apoyo encontró equilibrio espiritual y logró dejar distintas adicciones. Esa es una comunidad a la que respeta tanto que incluso le pidió permiso para actuar en el musical, el cual le otorgaron. Sin embargo, no por ello ha perdonado a sus victimarios.
“No las perdoné. Me dan muchísima pena las Rosauras porque ese tipo de trabajos, de vender a los jóvenes con el mejor postor, es asqueroso, es asqueroso porque tú llegas con inocencia a trabajar, a presentar tu show, pero resulta que las Rosauras de mi tiempo, (años) 70 y 80, ya tenían la lista de mejores postores”, dijo Breeskin. “Afortunadamente, las heridas de cuando lamentablemente pude haber caído en su juego ya están sanadas”.
Breeskin dijo que su matrimonio con el bailarín Joey Doucette, quien la convenció de irse a vivir a Estados Unidos, la ayudó a superar su doloroso pasado con las tratantes.
“Mi matrimonio con él fue una especie de sanación porque ninguno de los varones con los que compartí las sábanas me propuso matrimonio ni ser la madre de sus hijos; el único que se aventó, como el Borras, fue el bailarín, nueve años menor que yo”, reconoció.
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